Experiencias de un brigadista voluntario en la Valencia de la DANA: Tercera Parte

TERCERA PARTE

Día 1. Distensión 

Volvemos más relajados, probablemente por cansancio aunque en ese momento nadie lo nota. También porque vamos sin herramientas porque se han quedado en la sede de Paiporta. No hemos comido más que cachos de unas barritas energéticas, de avena, miel y semillas variadas, que Jorge había preparado en Zaragoza el día anterior y eran casi las seis de la tarde. Empezamos a percibir, a la ida había sido imposible por la impresión que genera el desastre, la ingente cantidad de voluntarios regresando a sus casas. Durante el día se ve movimiento, pero a la hora de regresar son miles. “La ruta de Ho Chi Min”, la bautizó Jorge a la marcha llenos de barro, entre el barro y los escombros.

Pasamos por un puente inservible donde cuelgan unas vías de tren que aunque están fuera de su sitio mantienen su forma porque los raíles y los travesaños están sujetos entre sí y le dan cierta consistencia. Más destrucción. Más barranco. Más voluntarios. Más fango. Me giré para ver por última vez la ciudad y justo se ponía el sol por detrás de los edificios.

Entramos en una zona de casas bajas y adosados mientras charlo con Luis. Qué caos y qué desastre, qué inoperancia del estado y qué se puede hacer. Valoramos lo que supondrá esto económicamente para las familias trabajadoras de la zona. Al final de una de esas calles, en las que ya empieza a haber menos barro, en uno de los adosados, el que hace esquina, han montado un pequeño puesto con agua, comida y están limpiando las botas a la gente con una karcher. Otra de las herramientas que junto con las botas de agua y los haraganes, un limpiacristales gigante, más se aprecia.

Llegamos al coche dispuestos a marchar. Cuando aparcamos por la mañana lo hice en medio de un charco de barro. Por lo tanto tuve que llegar al coche con las botas de agua puestas, cambiarme a las deportivas sentado en el asiento y lanzar las botas hacia la acera en la que no había tanto barro. Ya con las deportivas moví el coche subiéndome en la acera. Lo dejé justo donde Luis, Pablo, Jorge y Olga se estaban cambiando a unos escasos 5 metros de mis botas. Cuando voy a por ellas hay dos hombres probándoselas. No habían pasado ni 2 minutos desde que las había lanzado. Les gritó que son mías, me piden perdón mientras me explican que tienen los pies destrozados porque llevan unas que no son de su talla. Me preguntan que de dónde soy, supongo que al gritarles descubrieron el acento. Les digo que de Zaragoza. Ellos son de allí. Me dicen amablemente si necesito algo. Les respondo que no y les devuelvo la pregunta. Me dan las gracias por haber ido y nos despedimos. 

Vuelvo al coche con las preciadas botas de agua en la mano; las metemos en sacos de basura para no manchar el coche. Y emprendemos el regreso hacia la civilización charlando relajados probablemente por las cervezas en ayunas que nos habíamos bebido hacía un rato en la puerta de la sede. Primer momento del día que nos permitimos bromear. Pablo nos cuenta que durante la limpieza de la sede fue a echar algo de basura en el montón de escombros, cristales y barro que había entre los dos coches enfrente de la sede y que una mujer había salido por la ventana muy enfadada gritándole: “Al barranc! Al barranc!” y luego mascullaba algo en contra de los ecologistas. Nos pegamos el resto del viaje, más corto que el de ida, gritando “Al barranc! Al barranc!” entre risas mientras el algoritmo de Spotify elige que debe sonar Estopa.

Nos despedimos de Luis tras parar el coche en doble fila junto a las vías del tranvía y luego aparcamos en Benimaclet. Olga nos ofrece ducharnos en su casa. Previamente pasamos por un chino a comprar unas chanclas porque Pablo y Jorge van justos de calzado mientras Olga va a por fruta. Nada más ver la nevera pillamos tres latas de cerveza. Mientras estamos en la cola dos chicas jóvenes se dirigen directamente a la dependienta preguntando por botas de agua. Habían movido las palas y las botas de agua a la entrada del establecimiento fuera de su lugar habitual para que estuvieran a la vista. Mientras pagamos miran las tallas que quedan. Salimos y abrimos las cervezas. Nos acordamos de Olga, y entré a por otra lata y ya había otra mujer preguntando por botas de agua.

Nos duchamos por turnos en casa de Olga, que vive con Irene, otra camarada del Partido que durante esos días está organizando la llegada y salida de materiales de la sede. Descansamos unos minutos mientras respondemos Whatsapps, miramos los titulares prensa y jugueteamos con su gato. Nos fijamos en un busto de Lenin rosa hecho con una impresora 3D, que está debajo de un cartel en el que sale el retrato de Raffaella Carrà junto con el texto “una di noi”. Le preguntamos a Olga por el busto y nos dice que los hace Pere.

Volvimos andando a la sede ya que está solo a unos 5 minutos. Al entrar por la puerta de la sede notamos mucho movimiento porque había llegado un camión de Huelva. Nos organizamos para descargar en cadenas. Agua, mucha agua, pienso para animales, epis, ropa, potitos, pañales y compresas. Me fijé en el contenido de una caja que venía sin tapa: un montón de bolsas transparentes azuladas de plástico, las de congelar alimentos, con packs individuales con braga, toallita y compresa cerradas herméticamente. Hay un poco de caos y entre los tres de Aragón nos ponemos a ordenar un poco mientras unas 15 o 20 personas terminan de descargar el camión. Volvemos a sudar. En la cadena de gente veo caras conocidas de nuestros tiempos en la Juventud Comunista.

Tras descargar nos tomamos otra merecida cerveza en la puerta de la sede mientras nos fumábamos el primer cigarrillo del día. Veo a Javier Parra por la sede. Es el Secretario Político del PCPV, apenas lo he saludado por la mañana. Voy a hablar con él porque tiene las llaves de la habitación que el Partido nos ha reservado en Paterna para dormir. Cuando llegue a la barra Javi está en un corro de personas en el que acaparan la atención los dos hombres que habían venido de Huelva hasta Valencia con el único objetivo de llevar la ayuda a la sede. Probablemente militantes del PCE, aunque no lo sé con certeza. Uno de ellos estaba contando lo que le había pasado hacía dos días en la panadería con fuerte acento andaluz. Relató que el día anterior en la panadería vió a una niña de unos 10 años que al recoger una barra de pan, la panadera le fue a regalar un caramelo, y la niña no lo cogió y dijo que lo donarán a los niños valencianos que lo están pasando mal. Una chica muy joven del grupo de los que estaban escuchando se emocionó y atravesó el grupo para abrazar a otra mujer. ¿Su tía? ¿Su madre? Tampoco lo sé. Hablé con Javi sobre todo cosas concretas del hostal. Nos dimos las gracias mutuamente; yo a él por la respuesta organizada del PCPV ante la tragedia; él a mí por haber ido de brigada. La conversación no duró más de 3 minutos ya que enseguida me avisaron Jorge, Olga y Pablo, con las cervezas recién acabadas en la mano, que iban a ir a un bar a cenar. Antes de salir por la sede oímos otro grito, esta vez había que descargar una furgoneta. Jorge y yo hicimos ademán de ir pero Olga nos dijo que había más gente y que teníamos que comer algo que no habíamos comido nada en todo el día. Le hicimos caso y nos fuimos.

Llegamos a la terraza del bar en cuestión. Hay gente gente del Partido y conocidos de Olga. Se mueven a una mesa más grande para caber todos. Pedimos cervezas y la carta. Charla de bar. Conversaciones cruzadas en castellano y valenciano. Me dicen que uno es soldado y que está movilizado allí. Le pregunté por cómo está la tropa de ánimo. Nos cuenta que han estado levantando cadáveres, osea mal. Que hasta hace poco han estado currando con los guantes de combate, y que ya les habían llegado los de trabajo. Muchos de los desplegados para más afectación emocional son valencianos. Se va porque le toca librar esa noche y quiere dormir y había trabajado las tres noches anteriores. 

Mientras llegan los bocadillos, nos pedimos otra cerveza, yo con limón que me tocaba conducir, y hablamos de si es oportuna o no la movilización del sábado, del centralismo y de su afectación en temas como estos y de que la izquierda no tenía que actuar para salvar el culo a Sánchez si no al pueblo. En estas llega Irene. Está cansadísima. Se pide una cerveza y no quiere cenar. Nos dice entre risas que su desayuno estos días ha sido una lata de cerveza y un pitillo. Nos comenta los principales problemas que están teniendo. Están todos los centros de recepción de mercancías colapsados, también la sede del PCPV, porque es muy difícil repartir sobre el terreno. Pienso en lo importante del objetivo que nos planteó el Partido antes de venir. A Pablo le llaman desde Huesca y le preguntan qué pueden hacer con dos trailers de material. Le decimos a Irene de broma que si los mandamos a sede. Nos reímos otra vez. Caen dos cervezas más. Divagamos sobre las posibles maneras de entregar la ayuda donde la necesitan. Entre conversaciones conseguimos el contacto de Paco, un paisano de Teruel que tiene un remolque. 

Nos despedimos. Cogimos el coche rumbo a Paterna. Entramos al Hostal con las llaves de Javi y encontramos la habitación a la primera. Jorge se lavó los dientes con el dedo índice porque no había cogido el neceser. Hacemos chistes recurrentes sobre piscinas de bolas. Pablo y yo miramos el móvil y Jorge se pone a roncar antes de dormirnos.

Ya tenemos objetivo para el día siguiente: llevar el remolque de Paco lleno hasta más no poder al centro de Paiporta; aunque aún no tenemos un lugar para dejarlo.

Victor Benedico, Secretario Político del PCE de Aragón y Brigadista

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Author: caldir.es

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