Dia 2: Despedidas
Desandamos el camino pero esta vez con las herramientas al hombro. Cuando volvemos a pasar por el barranco los voluntarios jóvenes, entre ellos la muchacha con la quehabia hablado Olga, ya han vuelto a la faena. Decidimos en vez de devolver las herramientas a las sede de Benimaclet dejarlas en el Colegio. Al pasar por la puerta vimos que a los dos franceses que estaban limpiando el acceso exterior se le han unido otros voluntarios y habían avanzado bastante.
Hacemos la última parada antes de regresar al coche, ya que no podemos apurar mucho porque volvemos en el día a Zaragoza. Buscamos la casa de los camaradas del Partido de Paiporta a escasos 40 metros del colegio. Calle estrecha, pisos de 3 o 4 alturas. Ladrillos cara vista y pinturas beige sobre el yeso. Han puesto palets para hacer caminos seguros por encima del barro y la basura. Encontramos el portal, pero no el piso. Algo falla. Pablo grita “Mari José” y se vuelve una mujer que estaba de espaldas en el balcón del primer piso. No es ella. Era una mujer en edad de estar jubilada, nos dice que no le suena ninguna otra Mari José en la calle, aunque nos cuenta cómo se llaman sus vecinas. Le preguntamos qué tal está y nos cuenta que está con su madre de noventa y pico años. Nos cuenta que la tarde-noche fatídica le pillo con su nieta por la calle. Estaban en la calle de su hija, y madre de la niña, y aunque subía el nivel del agua quería dejarla con su madre. Nos contó que en lo que tardaron a cruzar la calle el agua le subió de los tobillos al pecho. Les salvo una vecina que les convenció de refugiarse en el portal más cercano. Nos dice que si necesitamos algo y nosotros le devolvemos la pregunta. Nos despide pidiéndo perdón por entretenernos y expresando que ella lo que necesitaba ahora era sacar todo lo que había vivido. Pablo le dice que si necesita alguien para hablar que nos lo diga que también estamos para eso. Nos marchamos dándonos las gracias mutuamente.
Olga había localizado el portal que era el de al lado. Entramos y ha bajado Alejandro con comida. Unas bolsas de plástico con bocadillos, dos tuppers de macarrones con chorizo y fruta. Jorge y Olga se comen un bocadillo; Pablo y yo los tupper aunque como Pablo es vegetariano me pasa sus trozos de chorizo. Me comí un plátano después. Hablamos con Alejandro. Le comentamos la situación de la sede y que vamos a habilitar el colegio de al lado.
Él nos cuenta el estado de su bajo. Un coche ha reventado una bajante y todo indica que puede haber un problema grave de aguas residuales. También nos cuenta que tienen que cuidar a la madre de Mari Jose, su pareja. Viven en un cuarto sin ascensor y Alejandro tiene un problema en el tobillo; tiene clavos de una vieja operación. Nos dice que le está volviendo a doler de subir y bajar con comida y agua. La comunidad de vecinos ha socializado carros: un carrito de cuatro ruedas de supermercado, un carretillo plegable de esos de descargar camiones y varios carros de la compra de nivel usuario para que todos los puedan usar. Nos cuenta también que desde el primer día no suelta una caña con la que se ayuda a andar entre el lodo; así palpa lo que hay antes de apoyar su maltrecho pie. Le ha cogido cariño.
Antes de irnos entra por el portal otro paisano que en cuanto se entera que somos de Zaragoza dice que él es de Teruel. Entra sonriente porque ha conseguido dos botellas de vino pero no tiene sacacorchos. Nos buscamos en los bolsillos, encontramos las navajas multiusos que llevamos pero no hay suerte. Mientras insistente nos ofrece una de las dos botellas de vino que traía, le decimos que no que nosotros volvemos esa tarde. Comienza a subir a su casa cargado con parte de la comida sobrante que nos había bajado el camarada y una mochila delante y otra detrás.
Salimos del portal, y oigo gritos de júbilo gritando “¡karcher! ¡karcher!. Mari había conseguido ya una. Nos ven a lo lejos y levantamos también los brazos celebrandolo.
Volvemos, dejamos atrás el puente que conecta los dos lados de Paiporta y que está siendo vigilada por la Policía Foral y su rojo brillante. Dejamos el barranco con la republicana izada el día anterior y nos despedimos de Paiporta sin puesta de sol pero con las pancartas en los balcones dando las gracias a los voluntarios de fondo.
Nos cambiamos el calzado antes de coger mi coche, que estaba en el mismo sitio en el que hace unas horas partimos con el remolque de Paco. A punto de comenzar a cambiarnos vemos a dos hombres, uno en la cuarentena, y otro mayor y canoso con ropa de empresa intentando abrir la puerta de una furgoneta que estaba reventada. Habían logrado hacer un hueco entre las puertas traseras, y con un trozo de madera estaban intentando hacer palanca. Nos acercamos a echarles una mano. Con nuestra ayuda, nuestra pata de cabra y la habilidad destructora de Pablo abrimos la puerta. Dentro había un montón de bombonas de diferentes colores y una báscula. Le ofrecemos agua porque estaba sudando. Sacamos de nuestras mochilas dos botellines uno para cada uno. Y les damos un tercero viendo que se lo iban a acabar enseguida.
El otro que nos queda se lo damos instantes después a una voluntaria, 50 y pico, también sudando, hace sol y mucha humedad, que nos pregunta cómo habíamos conseguido acercarnos tanto con el coche. Jorge al verle sudar le ofrece el último botellín de agua que nos quedaba que coge con una sonrisa. Venía desde pueblo de al lado ella sola solo con un haragán en la mano.
Volvemos ágiles. Ya en Valencia capital Olga nos pide que paremos a por tabaco. Le ha llegado que se ha inundado “la tabacalera”, supongo que es algun almacen en el que guardan el tabaco para la ciudad. Ducha y café en casa de Olga e Irene y vuelta a la sede a dejar el material, epis, agua y un casco del primer día que estaba al fondo del maletero.
La sede está sustancialmente más vacía. Justo antes de entrar me fijé en que habían cambiado el cartel con la lista de ayuda necesaria. No solo nosotros si no el conjunto de brigadistas y voluntarios van mandando información que se centraliza y coordina en la sede. Lo actualizan todos los días. Las decenas de coches y furgonetas de voluntarios se han ido llevando el material. Otra persona me dice que los materiales que hay en ese momento son de los nuevos envíos que habían llegado. Todo lo que habíamos cargado ayer ya se estaba repartiendo sobre el terreno.
Paso por la barra y han vuelto a dejar dulces como nosotros por la mañana.
Antes de irnos debíamos informar de cómo había quedado la situación en Paiporta. Entramos a uno de los despachos que hay al fondo de la sede. Veo a Irene al fondo del despacho sentada en el centro de una mesa grande de oficina, sin ordenador, con latas de cerveza vacías usadas de ceniceros y rodeada de camaradas. En la pared hay un cartel de diseño curioso que prohíbe fumar. Me quedo al lado de una estantería llena de libros viejos, archivadores con actas de reuniones, alguna foto y lotería de años pasados. Informamos sobre el tema de cole y los 100 voluntarios prometidos. Hablamos sobre las próximas brigadas, Irene nos dice que al día siguiente llegaban 30 y pico voluntarios del Partido de los Trabajadores de Bélgica y que también irían italianos y franceses. Los franceses son cocineros y nos pregunta cómo vemos lo de cocinar en el colegio a lo que le contestamos que difícil. El fin se semana siguiente irían vascos y sevillanos; le digo que desde Aragón también irá más gente. Se preocupan por quién se va a poder encargar del Colegio, a Olga y a ella se les acaban las vacaciones que se había pedido de propio. Nos despedimos afectuosa y definitivamente de los y las camaradas. Les dejamos en la sede hablando de camiones, almacenes, listas, rutas logísticas y brigadas de voluntarios. Intentando poner un poco de honestidad y disciplina en este mundo de locos.
Epílogo
Cuando escribo las primeras notas sobre esto el miércoles 6; Olga me manda fotos de las brigadas del PCPV junto a las madres y padres del colegio y otros voluntarios que siguen habilitando el colegio. No fueron 100, pero sí unas 70 personas las que ha conseguido movilizar el PCPV. Olga también está allí, tenía que trabajar y no se como lo habrá hecho. Me cuenta también que le ha contactado el alcalde de un pueblo de al lado y que les va a mandar un camión cisterna con agua a presión para limpiar y diez policías locales. Cuarta vez que nos ponemos por encima del poder estatal, esta vez por petición suya.
A la vez contesto wasaps de la prima de una amiga mía de Valdefierro. Se han autoorganizado y bajan para valencia con un coche cargado de ayuda. Me pregunta qué pueden hacer y le mando indicaciones.
Hablo con mi pareja que está en Cuba de viaje solidario y me cuenta que hay riesgo de Huracán y cómo están actuando. Niveles de alerta, consejos, reubicación de la población, confinamiento y brigadas ciudadanas que pasan a avisar a la población puerta por puerta.
Les escribo a Jorge y Pablo para ver si quieren que les ponga pseudónimos en el relato y me dicen que KV1 para Pablo, un tanque pesado soviético de la Segunda Guerra Mundial, y Comisario Foral para Jorge. Pablo vuelve este fin de semana a Catarroja como bombero de la Diputación Provincial de Zaragoza. Jorge pregunta por otro grupo si alguien tiene capacidad para conseguir equipos de radio.
Leo la descripción del perfil de wasap de otro camarada valenciano: “Una onza de acción tiene el valor de una tonelada de teoría”. Fiedrich Engels.
Victor Benedico, Secretario Político PCE Aragón. Brigadista