Experiencias de un brigadista voluntario en la Valencia de la DANA: Cuarta Parte

Día 2. El regreso

Nos despertamos a las 7:30 y rápidamente salimos del hostal. Cuando llegamos no había nadie en recepción, pero al ir a salir había un hombre y una mujer. Me acerco a devolverles las llaves y dejarles los DNIs de los tres mientras nos preguntan con interés por la situación en las zonas afectadas. Justo en ese momento es cuando escojo la respuesta rápida que repetiría a todo el mundo que me preguntará a partir de entonces: “Indescriptible, todo está devastado”.

Nos montamos en el coche que habíamos aparcado encima del bordillo en la calle contigua. En 15 minutos llegamos a Benimaclet. Entramos en la sede en la que ya hay actividad. En seguida nos invitan a un café que aceptamos gustosos porque no hemos desayunado. Para completar el desayuno, y con la experiencia del día anterior muy reciente, decidimos ir a buscar un bar para meter al cuerpo algo sólido. Damos la vuelta a la manzana y no encontramos un bar pero sí una panadería en la que compramos dulces para todo el mundo que está en la sede y desayuno para nosotros.

Cortando unas tartas de manzana en trozos y poniendo barquillos de chocolate en bandejas encima de la barra reflexionamos sobre el día que nos espera. Visto que la sede de Paiporta está precintada el objetivo sería encontrar un nuevo local. Pensamos en las naves del polígono cercano al pueblo. Pere ese día no iría con nosotros ya que iba a hacer lo propio, habilitar la sede del partido como centro logístico y de coordinación de brigada, en Alfafar. Escuchamos a Irene de fondo comentando que ni siquiera sabía que el Partido tenía una sede allí. A Osama no lo vimos y el malagueño ya estaba por allí rondando. Olga apareció enseguida.

Comenzamos a preparar el material. Pablo ya había hablado con Paco, el remolque tenía más o menos un metro cúbico de capacidad. Comenzamos a preparar los materiales. Agua, pañales, cajas con latas de conserva, cajas de gel hidroalcoholico, medicamentos y packs de higiene femenina. Los dejamos apilados en una de las tres entradas de la sede. Una vez preparado esperamos a Paco que tardó en llegar, nos quedamos los tres en la calle, ya que hacía una temperatura muy agradable, echando otro café. 

El malagueño le da de comer y luego le pone el bozal a su perra que está atada en una señal de tráfico. Un hombre se para un buen rato enfrente de la puerta mirando curioso hacia el interior de la sede. Tres voluntarios esperan pacientemente a un coche para que les lleve hacia el sur. Pere y otra camarada cuelgan de la pared de la sede una pancarta roja en la que pone “Solo el pueblo salva al pueblo” y Pere se queja porque no está en valenciano. Pasa un abuelo con bastón preguntando si creemos que nos dejaran entrar, en esos momentos el mensaje de la Generalitat estaba siendo que no se iba a dejar entrar a los voluntarios.

Un buen rato después llega Paco con un coche viejo y el prometido remolque. Diligentemente lo cargamos. Lo pesado abajo, lo ligero arriba; advierte Jorge, que trabaja en logística. Hemos clavado el cálculo sobre lo que cabe en un metro cúbico, aun así decidimos apurarlo un poco más. Ponemos una lona azul por encima del remolque. Pablo le pregunta a Paco si el remolque tiene que pasar la ITV, Paco le dice que solo la bola del coche. Paco nos pregunta si tenemos identificación para el coche, yo le digo que no. Me da un A4 blanco solo con el texto “Vehículo Ciudadano. Ayuda DANA.” escrito en horizontal. Paco fue o es de Podemos. Viene Olga y marchamos, esta vez el equipo sería de cinco, dos coches y el remolque.

Pablo y Paco encabezaban la comitiva. Yo me limité a seguirles por el centro de Valencia. Hora punta. Había mucho, mucho tráfico. Conduzco mientras Olga no para de recibir y hacer llamadas para gestionar los camiones de Huesca que habían contactado con Pablo el día anterior. Habla con MercaValencia y Jorge nos explica que dos trailers son sesenta y pico palets.

Tardamos 1 hora en llegar a Sedaví. Otro escenario pero la misma destrucción que del día anterior. En una de las rotondas de acceso al pueblo hay una pareja de la Guardia Civil que desvía todo el tráfico, tomamos la siguiente salida que también se internaba en el pueblo. Paro Paco y se bajó Pablo del coche a preguntar por cómo llegar a Paiporta desde allí. Veo gesticular a la persona que a la que le había preguntado mandándolo por la calle que teníamos justo al frente. En la que en ese momento hay un bulldozer del ejército maniobrando para dejar pasar al tráfico que venía de frente. Probablemente antes del 31 de octubre eso fuese una calle de una sola dirección. En esas un chaval pasa cerca del coche y también le preguntamos por cómo llegar a Paiporta desde allí y nos hace los mismos gestos. 

Es un chaval muy majo, nos dice que él va para allí. Y que si tenemos un hueco nos hace de guía. Avanzamos pero no por la calle del bulldozer. En un cruce de caminos veo un camión militar gigante lleno de muebles parado por donde nos indicaba el chaval, me pongo nervioso y continuo por otra calle por no hacer parar al todoterreno de bomberos con las luces echadas que llevaba detrás. Paro a la derecha para dejarlo pasar. El chaval nos cuenta que la tarde fatídica le pilló volviendo de Valencia de dejar a su novia en casa y que pasó toda la noche en un puente. Atravesamos el pueblo con sus indicaciones hasta llegar a una avenida más ancha. Nos dice que se baja allí y nos dice que todo recto, rotonda, todo recto y otra rotonda también todo recto, “no tiene pérdida”.

Nada más dejarlo, vemos un puesto de voluntarios a las puertas de un instituto y una larga cola de personas esperando. El edificio se ha convertido en un punto de reparto de medicamentos y hospital/centro de salud improvisado. Nos paramos a ofrecerles lo que llevábamos en el carro. Me quedo en lo que sería doble fila en una situación normal y pongo los warnings por puro mecanismo mental automatizado, me planteo lo ridículo del hecho. Estoy a unos 10 metros delante del puesto y en un momento dejo de verlos. No paran de pasar vehículos con ruedas de la altura del Seat León y grúas con coches reventados. Un agente de movilidad madrileño saluda a unos chavales cubiertos de barro con un “Amunt Valencia!”, luego su compañero me pide que aparque un poco más adelante. Me bajo del coche y voy a donde están Paco, Pablo, Jorge y Olga.

Nos habían pedido suero y les dejamos el poco que llevamos tras buscar en la caja que habíamos cogido. La caja estaba llena de bolsitas cerradas que probablemente hubieran organizado en alguna sede del PCE a cientos de kilómetros de allí pensando que se podrían dar tal cual. Así que tuvimos que revisarlos uno a uno para sacar el suero. Olga les pidió una lista de medicamentos que necesitaban para mandar la información en la sede de Benimaclet. Le mandaron entrar al edificio y a la salida nos describe lo que hay dentro como un hospital de campaña. Enfermeros y enfermeras voluntarias sacando sangre en sillas de instituto. Unas horas más tarde consultando las noticias ví que también había consultas con psicólogos voluntarios en el mismo centro. 

Continuamos el camino indicado por el chaval. Antes de acceder a Paiporta hay un nuevo control de la Guardia Civil. Casi ni nos mira, mira de reojo el papel que nos ha dado Paco y que habíamos pegado con celo en la luna delantera del coche. Le decimos que llevamos ayuda y nos deja pasar con la única indicación que no había “sitios para aparcar”. Como si quedará algún resto de señal de tráfico a 5 km a la redonda. 

Aparcamos los dos coches en la carretera que desemboca en Paiporta y que discurre paralela al polígono. Pablo se adelanta para preguntar por locales y voy con él. En seguida descartamos las naves industriales y cambiamos la idea por un bajo o algún local más metido en el pueblo. Internándonos de nuevo en Paiporta Pablo ve una farola encendida, caída y rota en un charco y con los cables al aire. Paró a un coche de la policía local, a saber de qué municipio, y le indicó seca y concretamente a los policías que eso era peligroso que si se podían encargar ellos. Sin mediar palabra, nos afirman con la cabeza y continuamos.

Vemos un local limpio, un garaje del que sale un señor. Le dejamos caer lo que queremos pero no nos ofrece su local y nos mandan a una farmacia muy cerca de allí. Da a una rotonda que parece que es la que da acceso al centro del pueblo. No hay cristaleras ni puertas, aunque para ser precisos aguanta una esquina de cristal agrietado que cuelga del techo. Y en el hueco donde estaban antes de ser destrozadas por la riada han sacado todos los mostradores que hacen de separación entre la calle y la farmacia. Detrás de ellos unas 6 u 8 personas están repartiendo ayuda de todo tipo. Otras tantas personas están dentro intentando ordenar en montones pegados a la paredes los materiales que ya os imagináis: agua, comida en lata, pienso, pañales, medicinas, potitos, gel hidroalcohólico, epis, productos de limpieza etc. A la vez una furgoneta de alquiler está siendo descargada y están metiendo todo lo descargado para la parte de dentro. 

Hablamos con el responsable de aquello; moreno, saturado, sudando, cansado y viste un chaleco amarillo brillante. No pueden gestionar más material, pero tiene dos farmacias más por la zona en la que van a hacer lo mismo. Pablo y él se intercambian los teléfonos y continuamos la búsqueda.

Vemos otro local grande, más o menos limpio. Estuve un rato cotilleando y creo que sería o una ETT o una oficina de una empresa de seguros. Pablo habla con el dueño, nos vuelve a dar largas con la excusa de que no tiene puertas y por la noche lo robarían todo. Efectivamente no tenía puertas. Le sacamos la valiosa información de que en el centro del pueblo han habilitado el auditorio municipal para lo mismo. Otro centro de reparto de ayuda. Nos realiza las indicaciones para llegar y nos despedimos. 

Pablo llama por el walki, Jorge responde. Le cuenta la situación. Decidimos ir al auditorio directamente con el coche y el remolque, dejando el Seat León allí. Pero Jorge nos dice que tenemos que volver a donde hemos aparcado porque me lo he dejado abierto. 

De camino de vuelta pasamos por la farola rota en la que había un electricista trabajando para desconectarla y la policía local del pueblo indeterminado con el coche al lado. Vigilando que no se acercará nadie al charco. Segundo momento en que estamos por encima del poder estatal y esta vez ordenándoles que hacer. 

Cierro el coche. Nos montamos en el coche de Paco. Menos Jorge que decide ir encima del remolque pese a que a Paco no le hace mucha gracia. Salimos en dirección al corazón de Paiporta.

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Author: caldir.es

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