Dia 1. La sede
La sede del PCE es identificable por una bandera roja, una valenciana y una republicana en el balcón del primer piso -el edificio es de dos plantas – y el logo del PCE en la fachada junto con un cartel con la inscripción “PASIONARIA, Agrupación Paiporta”. Dejamos mochilas y herramientas encima del coche de enfrente, justo cuando las dejamos se pasa un vecino y nos dice con una sonrisa en la cara que es el propietario y que arranca. Que si se lo van a llevar les digamos que no lo hagan. Tiene una rueda pinchada pero dice que lo podrá sacar. Tiene carteles puestos por dentro, como la mayoría de coches del pueblo, con el número de teléfono del propietario e indicando si funciona o no.
A los minutos aparece la pareja de camaradas de Paiporta, Mari José y Alejandro, con las llaves de la sede. Intentamos abrir la persiana metálica pero es imposible, la cerraja está colapsada por la suciedad. Comenzamos a forzarla con una pata de cabra que nos habíamos traído de Zaragoza; se comienza a romper la persiana metálica ya que la cerradura no cede. Aparece José, el vecino que vive en la casa de al lado, y le preguntamos por una radial. A los minutos tira una alargadera desde su balcón y baja con una radial con un disco casi gastado. Hace una abertura para poder entrar a duras penas y se va a por otro disco. Mientras Pablo estaba dándole a la pata de cabra para agrandar el agujero, Jorge entró en la sede para ver cómo estaba. Previamente se había estado fijando en el muro que sostenía el edificio y que hace de pared en el lecho del barranco. A priori tiene buena pinta porque ni se ha movido, ni parece que el agua ha lavado los cimientos.
Me asomo. Palmo y medio de lodo, la puerta de cristal que está tras la persiana resiste pero las cristaleras de ambos lados no y entramos por allí. Jorge comienza a poner testigos de yeso en la planta baja y en la primera, y hablamos de cómo gestionarlo. Lo primero es abrir la persiana. José baja con un disco nuevo y parte la persiana por la mitad. Antes de arrancarla del todo, la persiana se sube sola por el propio peso del resto de la persiana enrollada en el tambor.
Mari José, la camarada responsable política del núcleo me deja su móvil para que deje grabado como nos encontramos el tema. Me recorro la sede. Mesas y sillas rotas enterradas en el lodo, un par de estanterías inservibles llenas de barro hasta arriba. De ellas Osama unos minutos después intenta salvar algunos libros de Lenin que ojea con Pere en la puerta de la sede; Osama dice que son salvables y Pere se ríe de la situación. No son solo libros, sino los símbolos de una tradición militante de más de un siglo lo que Osama intentaba salvar. Continué el video hasta el fondo de la sede. Al pasar al patio más lodo aún, y vistas al barranco. La cocina y los baños. Los inodoros con barro hasta arriba y desencajados de su lugar. En un pasillo el hueco en el muro que había hecho el agua y por el que había entrado a la casa de José el vecino. Acabo el video y se lo devuelvo a su dueña.
En el proceso de grabar llegaron tres bomberos jubilados de Sagunto; también del PCPV que ya sabíamos que iban a llegar porque por la mañana en la sede del Partido habíamos escuchado que los mandaban de refuerzo. Comenzamos a sacar con muchas dificultades y con indicaciones de los camaradas bomberos los muebles de la sede. Mientras el resto fueron al patio trasero a ver qué podíamos hacer viendo que sacar el fango por la puerta es inviable.
Limpiar el barro es duro. Las botas de agua se quedan pegadas al suelo. Vas a sacar una y se te hunde más la otra, como las típicas arenas movedizas de los dibujos animados. Mover toneladas de barro a pura fuerza es agotador.
Las siguientes horas pasaron limpiando la sede. Para desalojar el agua y el barro los bomberos decidieron que había que derribar una parte pequeña del murete que daba al barranco. Uno de ellos comenzó a hacerlo con la parte trasera de una azada a modo de martillo mientras preguntaba al resto “¿Como se come un elefante?” Y cuando nadie contestaba decía: “mordisco a mordisco”. En esas apareció Pablo con un pico y tiró el muro abajo en unos minutos. Ya conocíamos su capacidades destructivas de otras batallas, así que no nos sorprendió.
Una vez hecho apareció José con un puntal de obra, y cual ariete medieval, a puro golpe amplió el hueco. Mientras Jorge miraba preocupado las grietas de la fachada contigua para ver si se agrandaban ante los empentones de José. Comenzamos a empujar con las herramientas todo el barro hacia allí.
Llegaron un grupo de voluntarios preguntando por si podían echar una mano. Uno de los chavales al entrar se da cuenta de los retratos de Marx y el Che y exclamó “¡Que guapo!”. Unos 7 u 8 jóvenes. Pude hablar con tres de ellos y me dijeron que venían de Murcia aunque uno de ellos era gallego. En el proceso de sacar todo el fango inventamos lo que rápidamente fue bautizado como “excavadora de tracción animal”. Una jardinera -una maceta rectangular- con una cuerda atada a los extremos. Tirando de ella, y con una o dos personas empujando desde atrás con palas o azadas para mantener la inclinación de la misma, se lograba arrastrar una gran cantidad de barro. Parece que a Olga le gustó el sistema porque estuvo bastante rato tirando de la cuerda. Eso unido a las puertas y tablones usados para arrastrar fango y con la enorme voluntad de los camaradas del Partido que nos encontrábamos y con exactamente la misma voluntad de los voluntarios nos hizo avanzar muy deprisa. Lo que creíamos que nos iba a costar dos días lo íbamos a conseguir en uno.
Mientras achicábamos barro por el agujero en el muro escuche una voz alta con acento navarro que decía: “¿Este edificio no está muy bien no? ¿Qué hacéis aquí? ¿Es seguro?”. Giré la cabeza y eran dos policías forales navarros. En seguida llamamos a “Camarada Arquitecto” para que les explicará cómo se encontraba el edificio. Los forales le escucharon y respondieron que creen que iban a ir en un rato una cuadrilla de arquitectos que están revisando edificios, que ellos no se fiaban pero que si él era arquitecto allí mandaba él.
Dantesta la imagen de dos policías de rojo brillante en mitad del barro cediéndole la autoridad a Jorge con un gorro naranja fosforito lleno de barro, botas de agua, y una pala al hombro con semblante serio. Fue la primera vez que una autoridad estatal nos cedía el poder y no fue la última.
Tras la aparición de la autoridad foral uno de los bomberos del partido -el que fue sargento- tomó una decisión bastante unilateral de parar a las 16h independientemente de cómo estuviera el asunto. Pero dado el empuje de los voluntarios continuamos un poco más hasta limpiar la sede.
Casi finalizando decidimos izar la bandera republicana que estaba en una esquina del salón principal junto con una bandera roja; que sorprendentemente habían resistido la inundación bastante dignamente. La republicana la izamos en un pozal que llenamos de lodo para que aguantará y la roja la desplegamos muro abajo sujetándola con un cacho de madera.
Al concluir nos hicimos una foto del trabajo realizado con todos los voluntarios. Justo después cogimos las latas que quedan en la nevera. La nevera de la que salieron las latas estaba cubierta de barro, aunque ya no lo describo porque supongo que se da por hecho. Exclamación colectiva cuando sacamos las de cerveza. Ofrecemos a todo el mundo, salimos a tomarlas fuera. Mientras desinfectamos la boquilla con gel hidroalcohólico, y luego con agua, nos mira con cierta envidia uno de los jóvenes que había estado moviendo barro al barranco con una carretilla. Ipso facto le ofrecemos una cerveza que nos acepta con alegría. “La cerveza caliente está más buena” digo yo, mientras otro chaval con una carretilla me mira y me dice que es por la situación. Nos las bebimos descansando, mientras una voluntaria muy jóven -quizá 16 años- cogía una de las colas de marca blanca del Consum que habíamos dejado a la vista.
Pere, Osama y el malagueño marchan. El malagueño había sido designado a una tarea muy concreta; se pasó todo el día vigilando la esquina de la calle que daba al barranco y ser él el que tiraba los capazos y carretillos de lodo. Pere tenía que ir a la sede, Osama a hacer vida normal a Valencia y el malagueño se fue con ellos porque no cabíamos 5 en mi coche.
Mientras nos despedimos el grupo de voluntarios valoran si les da tiempo a tiempo a limpiar algún otro bajo más. El cálculo del tiempo es importante, se aparca lejos, muchos de los voluntarios vienen a pie desde los pueblos de alrededor. Y antes de las 19h es de noche; y obviamente no hay alumbrado público.
Al acabar, mientras decidimos dejar las herramientas allí porque al día siguiente volveríamos a Paiporta aparecieron los arquitectos. No me quedó claro si enviados por la Generalitat o voluntarios; aunque apostaría fuertemente por la segunda opción. Chalecos naranjas, con botas pero vestidos elegantes -en esa situación una camiseta y unos vaqueros sin barro hacen parecer elegante- ; dos chicos y una chica. No llegaban a los 40. Hablan con Jorge, les enseña los testigos. Repiten los pasos que había seguido Jorge hacía unas horas; revisan los cimientos, los muros, las grietas y suben al piso superior. Se queda abajo la arquitecta, hablamos con ella y le preguntamos si han precintado ya algún edificio y nos dice que si, una manzana de casas no muy lejos de allí. Bajan Jorge y los otros dos. Malas caras. Nos explican que no tienen autoridad pero que no nos recomiendan usar el edificio. Nos preguntan si tenemos precinto, y les respondemos que sí. No se como pero teníamos en nuestro poder un precinto de la Policía Local de Paiporta. Sacan un spray y hacen una “X” al lado izquierdo de la puerta. Nos miramos Pablo y yo y estamos pensando exactamente lo mismo; Pablo le pide el spray y al lado derecho hace una hoz y un martillo con bastante más maña en el manejo del spray que el arquitecto. Precintamos Jorge y yo, Olga vuelve a estar hablando por teléfono supongo que informando a la sede de “Beni” de la nueva circunstancia. Aparece Luís porque Olga le ha llamado hace un rato. No entiendo como puede estar todo el rato al móvil si casi no hay cobertura.
Después de estar 4 o 5 horas limpiando la sede había sido precintada por seguridad. No nos lamentamos.
Dejamos la sede y partimos hacia el coche discurriendo el que hacer ante la nueva situación.
Victor Benedico, Secretario Político PCE Aragón